L’atalaya, que decíamos los playos. Formada con materiales del jurásico, calizas, dolomías y margas grises,
afirman los geólogos, que proporcionan un sustrato excelente para la variedad
vegetal.
No es de extrañar que la diminuta
cantilagua (Linum catharticum),
propia de sustratos básicos,
florezca a finales de junio en uno de los taludes.
Un islote con tómbolo (ya
desaparecido) es un buen sitio para protegerse del enemigo, y así lo llenaron
de murallas y cañones desde antes de los romanos hasta 1980, fecha en la que
nos lo devolvieron a los civiles. Desaparecieron las alambradas y la pista de
motocross creada para el inicio de una afición gijonesa. Se creó el nuevo
parque urbano, con montículos de cemento para los skaters.
Un parque diferente a otros, pues está rodeado en
casi su totalidad por acantilados marinos, conservando en bastantes zonas su
carácter silvestre y la biodiversidad que los caracterizan.
Los estilistas domeñaron parte de su zona salvaje,
quizás escasamente modificada durante años, que sigue floreciendo cuando se
despistan algo las segadoras: no sorprende así encontrar al ajicuervo (Allium
vineale)
o a la mielenrama (Achillea
millefolium) en las cuestas menos pisoteadas, también por el mes de junio.
En las más agrestes y menos accesibles, tapizadas
por la festuca (Festuca rubra subps pruinosa)
se ven en el otoño el azafrán silvestre (Crocus sp)
y en el verano la vulneraria (Anthyllis
vulneraria).
Dichas zonas sólo las atraviesan pescadores y
grafiteros
que pueden darse el gusto de observar de cerca de
algún cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelix).
3 comentarios:
muy interesante, habrá que mirar con más detenimiento
Como me gustan estas entradas que haces de la flora de nuestro pueblín y que me sirven para identificar algunas especies que se me resisten. saludos.
Habrá más entradas para gusto de los amigos....
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